Había un hombre desnudo tirado en
mi jardín.
No medio desnudo. No metafóricamente desnudo. Literalmente desnudo, con el
trasero al aire.
Soltera, sin habilidades culinarias y demasiado torpe para funcionar, Isla
Matthews se contenta con pasar las noches sola, acurrucada en el sofá con
su gato.
Cuando no está metida hasta las rodillas en la vida personal de sus
vergonzosamente alocadas amigas, se le puede encontrar luchando por mantener a
flote la pequeña y bonita floristería que sus padres le dejaron tras su muerte.
Tras dejar de lado sus sueños de ser artista, Isla casi se ha convencido a sí
misma de que es feliz con su cómoda y segura rutina.
Hasta que un australiano muy atractivo aparece desnudo en su jardín: su nuevo vecino, Leo Wayland.
Para Isla, Leo es el material del que están hechas las pesadillas de los
vecinos. Es un irritante espíritu libre sin límites que se come su comida, usa
su agua caliente y, lo peor de todo, se pasea por la casa sin camiseta, lo que
le hace tener todo tipo de pensamientos inapropiados sobre él.
Pero por mucho que Leo le caiga mal, Isla no puede negar que está llenando sus
noches solitarias con sus sonrisas molestas, haciéndola reír de nuevo y
retándola a cambiar, día a día.
Tal vez, sólo tal vez, Leo Wayland sea exactamente la ardiente intervención que
Isla necesita para volver a encarrilar su vida...
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