Me costó seis años de mi vida.
Todas mis esperanzas y sueños se desvanecieron.
Hasta que me devolvieron la libertad y la oportunidad de empezar de nuevo... haciendo lo que pudiera para sobrevivir en un mundo muy distinto del que conocía.
Entró un hombre mayor, con el cabello plateado y un traje elegante, con aspecto de querer salvarme.
Vino por una tarta. Pero me ofreció un trabajo.
Tomé el trabajo.
Acepté su amistad.
Y poco a poco, con el tiempo, empecé a sentir cosas por este hombre que sabía que no debía.
Una familia.
Y entonces me lo arrancaron todo.
Ahora nada puede borrar todas las cosas feas.
La habían traicionado demasiadas
veces como para entregarle su confianza.
Había perdido a demasiada gente como para amar tan fácilmente.
Juntos, éramos un desastre. Una lucha constante por la paz. Sin embargo, el uno
en el otro encontramos todo lo que buscábamos.
Hasta que sobrevino la tragedia y temí lo peor.
Alejarla habría sido lo mejor. Mantenernos a salvo e inquebrantables.
Pero era demasiado tarde. Mi pequeña luchadora había decidido lo que quería, y
estaba dispuesta a hundirse para ganarse por fin su “felices para siempre”.
Fue su determinación lo que nos mantuvo unidos, incluso en lo peor.
Y cuando por fin llegamos al otro lado, supe...
Todas las cosas feas a las que habíamos sobrevivido podían conducir a algo
hermoso.
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