Lo único que quería era un beso inofensivo del guapo desconocido de mi
fiesta de dieciocho cumpleaños. Pero cuando dijo -con un cruel giro de sus
labios de fumador de cigarrillos- que no besaba a “niñitas molestas”
decidí estúpidamente flirtear con un chico cualquiera para ponerlo celoso.
Nunca quise que ese tipo al azar se enamorara de mí. O peor, que
accidentalmente empezara una relación con él. Pero ahora tengo un nuevo novio
mientras no puedo dejar de pensar en el chico al que no le importa que yo
exista.
Así que es hora de seguir adelante y centrarme en mi nueva relación.
Sólo que en el momento en que tomo esa decisión, él decide fijarse en mí.
Decide mirarme demasiado fijamente y de una forma que me hace sonrojar. Ah, y un día, cuando mi novio no está mirando, decide acorralarme en un pasillo solitario y poner sobre mí sus manos ásperas y acaloradas que se sienten a partes iguales prohibidas y familiares.
Pero no soy estúpida.
No voy a arruinar mi nueva relación por alguien a quien la
gente llama Stellan “El Frío” Thorne. Especialmente no cuando el tipo aleatorio
con el que estoy saliendo no es aleatorio en absoluto.
No, resulta que mi nuevo novio es el hermano del chico con el que estoy
inapropiadamente obsesionada.
Y no soy el tipo de chica que se interpone entre dos hermanos.
Hermanos gemelos...
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