Al volver a casa para las fiestas
después de ocho largos años para despedirme, me encontré diciendo hola.
Melissa, o Missy como la recordaba, estaba enamorada de mí. Pero al ser el
típico chico de dieciocho años, no le presté mucha atención a la ruborizada
chica de doce.
Me alejé sin siquiera echar una mirada atrás. ¿Pero ahora? Ahora no puedo
apartar los ojos.
Se había ido la chica con aparatos y coletas... en su lugar había una mujer que
me dejaba sin aliento.
Solo tenía que probarle que no era el mismo tipo que era entonces. Recé por un
milagro de Navidad, pero nunca esperé esto.
A ella.
A nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario