Es una locura lo rápido que vuelve la tentación después de haber estado
sobrio durante tanto tiempo.
Whiskey estaba allí, en mi puerta, como lo había hecho un año antes.
Excepto esta vez, no llovió, no hubo ira, no hubo invitación de boda, solo
eramos nosotros.
Era solo él, el viejo amigo, la sonrisa fácil, el consuelo retorcido envuelto en una botella brillante.
Era solo yo, la alcohólica, fingiendo que no quería probarlo, dándome
cuenta demasiado rápido de que meses de estar limpio no me hicieron desearlo
menos.
Pero no podemos comenzar aquí.
No, para contar bien esta historia, tenemos que regresar.
De regreso al principio.
De vuelta a la primera gota.
Esta es mi carta de amor a Whiskey. Solo espero que la lea.
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