Ella era mi pesadilla. Cada vez
que cerraba los ojos, la veía caer en ese infierno. Una y otra vez, fallaba en
salvarla.
No había sido capaz de alcanzarla, y la culpa solo ardía más caliente con el
paso del tiempo. Cuatro años más tarde, yo era el inalcanzable.
Los héroes no siempre son santos. A veces, no somos nada más que pecadores
hastiados impulsados por noches sin dormir y corazones llenos de oscuridad.
Y entonces la conocí. Era una soñadora que se las arregló para aliviar mis
cicatrices y sanar mis heridas.
Pero mientras las llamas se cerraban a nuestro alrededor, temí no ser el hombre
correcto para salvarla. Eso es hasta que me di cuenta de que era la única mujer
por la que quemaría el mundo para protegerla.
Cuando tenía diecinueve años, fui
enfrentada con una elección que cambió mi vida. Mantener la seguridad de lo que
ya conocía o arriesgarme a perderlo todo con el joven y terco soldado que me
robó el corazón.
Escogí al hombre equivocado y, durante diecisiete años, pagué con lágrimas,
sangre y sueños rotos por esa decisión.
Ahora, hay un hombre en mi casa, apuntando una pistola a mi cabeza por orden de
mi ex marido, dada desde su celda en la prisión.
¿Ese terco soldado que estuve demasiado asustada para elegir? Ahora es una
pared de músculo de uno noventa que trabaja en la mejor agencia de
guardaespaldas del país. Siempre lo he querido, pero ahora, nunca lo he
necesitado más.
Es la llamada que me aterroriza hacer.
Estoy segura de que todavía me odia… a pesar de que nunca he dejado de amarlo.
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